A los 16 años, Miguel Hurtado sufrió abusos sexuales por parte del fundador de la Abadía de Montserrat. Ahora relata su experiencia en El Manual del Silencio. Además, desde su labor como activista, busca cambiar las leyes para que la iglesia asuma su responsabilidad y los abusos no se repitan.
“El secretismo es el caldo de cultivo de la pederastia en la Iglesia […] Hay una cultura que ha permitido que en docenas de países, en los cinco continentes, durante décadas, los sacerdotes hayan actuado con total impunidad”, opina el autor.
Por Jesús Bastante
Ciudad de México, 18 de febrero (ElDiario).- “El secretismo es el caldo de cultivo de la pederastia en la Iglesia“. La sentencia de Miguel Hurtado es rotunda. Sabe de lo que habla. A los 16 años, este joven sufrió abusos sexuales por parte del Germá Andreu, el fundador de los Scouts de la Abadía de Montserrat.
En El Manual del Silencio (Planeta), Hurtado narra su experiencia, pero también su trabajo como activista para lograr cambiar las leyes para que los abusos no prescriban y para que la Iglesia asuma su responsabilidad en una crisis que, en su opinión, “es la más grave que ha padecido desde la Reforma de Lutero”.
—¿Es la Iglesia un nido de encubridores?
—Hay una cultura que ha permitido que en docenas de países, en los cinco continentes, durante décadas, los sacerdotes pederastas han actuado con total impunidad. Cuando asistía a reuniones de víctimas de todo el mundo, veía que éramos muy distintos, pero contábamos la misma historia. Y decíamos bromeando: ‘Parece que los obispos se hubieran leído el mismo manual’. Y después descubrí que estábamos en lo correcto: que el Vaticano había diseñado, implementado y perpetuado un manual del silencio para encubrir este tipo de delitos, y lo había mantenido durante un siglo bajo siete papas.
—¿Cuáles son los objetivos de su lucha?
—A mí me gusta mucho el modelo que defiende Naciones Unidas. Cuando hay graves violaciones de derechos humanos: violencia sexual en la Iglesia, crímenes del Franquismo, la dictadura de Cuba o de Pinochet… el modelo que se tiene que aplicar es garantizar el acceso de las víctimas a la justicia, la verdad, la reparación y las garantías de no repetición. Ese es el modelo que tengo en mente. Y eso implica reformar los plazos de prescripción, potenciar mecanismos independientes de investigación, establecer mecanismos de compensación y reformar la ley de encubrimiento para que encubrir a pederastas sea delito.
—Medidas que no sólo afectan a las víctimas de pederastia en la Iglesia, sino a todas…
—Muchas veces nos echan en cara que solamente criticamos a la Iglesia cuando hay abusos en otros ambientes e instituciones, pero quienes nos critican no están haciendo nada para cambiar las leyes. Después de cuatro años, el Gobierno dice que va a hacer una mínima reforma, y las víctimas van a tener 12 años más para denunciar. Esto no se hubiera conseguido sin nuestras denuncias, y beneficia a todas las víctimas: en la familia, en las iglesias, en la escuela, en los clubes deportivos….
—¿Por qué se pone tanto el foco en la Iglesia, y no en otras instituciones?
—Hay una falta de coherencia moral y una hipocresía, pero también otro elemento importante. Pocas instituciones hay en el mundo que tengan tantas herramientas para proteger a los pederastas como la Iglesia católica, por una sencilla razón: no se han limitado a moverlos de parroquia en parroquia, sino que los han movido de país en país. España es una de las mayores potencias exportadoras de curas pederastas del mundo, hemos mandado a miles de curas pederastas a Latinoamérica, que han hecho verdaderas barbaridades. ¿Qué otra institución puede hacerlo? Yo tengo un empleado pederasta y lo puedo mandar a Chile, a Perú, a Ecuador…
—¿Qué está haciendo la Iglesia para atajar esta lacra?
—Están haciendo los mínimos cambios posibles para que deje de haber presión mediática, de las víctimas, política…. Y además, la jerarquía reacciona ante estos escándalos negándolos, minimizándolos, hablando de campañas contra la Iglesia, mientras se perpetúa el secreto. Y el secretismo es el caldo de cultivo de la pederastia en la Iglesia. Si no hubieran defendido a capa y espada el secreto pontificio durante décadas, si no hubieran adoptado una postura tan oscurantista, a estos pederastas se los hubiera detectado antes, hubieran entrado en prisión y hubiéramos ahorrado miles de víctimas. Lo más triste es que han adoptado el secretismo para proteger a la Iglesia, y ni han protegido a la Iglesia, ni han protegido a las víctimas.
—Se cumple un año de la cumbre antipederastia. ¿Cuál es tu balance?
—Es una nueva oportunidad perdida, porque no basta con hacer protocolos, hay que cumplirlos. Y cambiar la cultura. Tiene que haber una cultura de la transparencia, del cumplimiento íntegro de la ley y de la rendición de cuentas. Pero el Papa, a día de hoy, sigue sin haber establecido un mecanismo ágil, que funcione, para que los encubridores pierdan su puesto de trabajo por encubrir.
—¿Es el Papa? ¿Es el sistema? ¿Quiénes son los culpables?
—Puedes buscar diferentes explicaciones. Yo creo que los culpables de que esto no se haya erradicado, y puede sonar un poco duro, es de los católicos.
—¿Por qué?
—Porque no están pidiendo profundas reformas en su Iglesia. Es que en el nombre de Dios, sus obispos han protegido a depredadores sexuales que han violado a sus niños. Y lo que pasa es que los católicos, en vez de indignarse y exigir reformas profundas, están o bien buscando conspiraciones externas, o bien queriendo creer de nuevo en los cuentos infantiles, de que hay un Papa bueno que dice cosas bonitas, y que a partir de ahora todo puede ir bien.
—¿Y hay alguna posibilidad de que todo vaya bien?
—Yo creo que el sistema actual es insostenible. Es una cuestión de calendario cuánto va a tardar en desmoronarse. Le han destrozado la vida a tanta gente que esto no puede acabar bien.
Toda la información en www.religiondigital.org